diciembre 31, 2012

De 2012 a 2013


Por alguna razón tenía pocas ganas de escribir esto hoy, pero ya algo que es tradicional no lo podía dejar así como así.

Como siempre, quedan alegrías y tristezas al cerrar un ciclo. Ojalá sean más los recuerdos positivos y que el 2013 esté cargado de buenas noticias para todos.

Por mi parte adquirí una nueva afición (la bici), hice nuevas amistades (tal vez perdí algunas), adquirí nuevos conocimientos (eso siempre es bueno), tuve adversidades para superar (se superaron) y se plantearon nuevos retos (ahí se va cumpliendo eso).

Lo importante es que seguimos vivos y logramos 366 días más de historias. Gracias a quien hizo presencia para bien.  Saludos a quien simplemente estuvo ahí. Y palmadas en el hombro al resto.

De corazón, que este año sea mucho mejor que el 2012 y que las risas y la tranquilidad primen siempre. Ese debe ser el único propósito, el resto viene por añadidura. 

junio 04, 2012

Un paseo en bici por las noches


Para nadie es un secreto que soy pésimo para hacer ejercicio. He desperdiciado al menos cuatro intentos por llevar una rutina constante en un gimnasio. Cuando juego fútbol lo hago muy bien como estorbo centrodelantero y así sucesivamente con cada actividad deportiva en la que me embarco.

Por eso no me pronunciaré frente al hecho de practicar algún deporte en especial, pero sí, frente a una actividad que demanda un poco de esfuerzo y exige un mínimo de estado físico en aceptables condiciones.

Todo empezó luego de haber expresado, a través de Twitter, mis deseos de salir a dar una caminadita. El día provocaba hacerlo y una querida amiga me invitó a montar en bicicleta con un combo de gente que tiene dicha costumbre.

Ella me vendió la idea, me dio argumentos, me echó flores, intentó convencerme. Y yo tímidamente acepté.

Recuerdo haberme preguntado en qué carajos me había metido. Se trataba de hacer un recorrido en bicicleta por una buena parte de la ciudad, usando una ruta que previamente se había trazado, que tenía un punto de partida y un punto de llegada; claro, además tenía que cubrir el trayecto desde y hasta mi casa. Todo, después de más de dos años teniendo la bici ahí, empolvándose.

La primera sorpresa: otra buena amiga ya hacía parte de este movimiento y me recibió entre sorprendida y emocionada. Sí, es un movimiento. Un movimiento ciudadano, un movimiento sin ánimo de lucro. Un movimiento que simplemente busca lograr que otros se den cuenta que la bicicleta es un medio de transporte viable y que los peatones y conductores deben entender y respetar.

También parece un típico movimiento revolucionario con consignas hippies y cánticos tipo “♪ Ya van a ver, ya van a ver, cuando las bicis se tomen el poder ♪” o “No contamina, ni usa gasolina (bis)” y “Más amor, menos motor (bis)” y así. Esa parte no me gusta, pero siendo justo, he de confesar que me emociona ver tanta gente coreando esos versos. Y cuando digo “tanta gente” me refiero a una cantidad considerable de personas: entre 400 y 500 aproximadamente.

Y es que ver más de cuatro centenas de personas, recorriendo la ciudad cada miércoles en la noche, de verdad emociona y motiva. No solo por el espectáculo visual que es esto, sino también por la reacción de la mayoría de transeúntes desprevenidos que se encuentran con esta “partida de locos” y que celebran el paso de la caravana y hasta alientan y felicitan a todos los “bicicletos”, como si se tratara de una etapa de la vuelta a Colombia la que estuvieran viendo. Esa buena energía de la gente también me sorprendió.

Confieso además que me gusta ver cómo los vehículos se deben detener ante un bloqueo, en el que voluntarios se atraviesan en sus bicis para que los demás puedan pasar tranquilamente. A los de los carros no les queda de otra que esperar y ver pasar bicicletas. Son pocos los que se molestan y son más los que dan una muestra de tolerancia y aplauden la actividad. De verdad emociona ver cómo algunas vías de la ciudad “colapsan” por un par de minutos y por una buena causa.

Y eso que ese bonito caos resulta más estimulante el último miércoles de cada mes, cuando se hace "la fiesta de la bici" y la cantidad de personas, al parecer por la unión de varios colectivos con una misma causa, podría decir que se cuadruplica (Tal vez mucho más) y la masa se hace aún más grande, más llamativa, más impactante.

Lo mejor de todo esto, es que acá no se busca competir, no se trata de una carrera de velocidad; tampoco interesa el tipo de bicicleta que usted tenga y mucho menos importa la pinta con la que salga a rodar. Una actividad perfecta para mí, que me demanda un poco de ejercicio, que me sirve para salir del sedentarismo y que hasta me motivó a dejar de fumar. Por enésima vez, pero es un aliciente bien importante.

Si se quiere unir a este parche, cada miércoles, a las 7pm en el barrio Carlos E. Restrepo, puede llegar con su bici y la buena energía para pedalear por Medellín.

Es tanto el gusto que le he cogido a esta actividad, que estoy empezando a considerar la idea de ir al trabajo en bicicleta, por lo menos cuando tenga pico y placa. Por algo se empieza.

Así que si algún miércoles no sabe qué hacer en la noche, este es un buen plan, o si va por ahí por la calle y ve este combo de gente, relájese y disfrute.

Acá una pequeña muestra de este parche.


abril 03, 2012

El maravilloso circo de las asambleas de copropietarios

Terminó marzo y con él, la temporada de asambleas de accionistas y copropietarios.

Éste es un evento que al menos todos deberían vivir una vez en su vida. No por lo entretenido, sino por el ejercicio de conocer cómo se maneja un país chiquito. Porque una copropiedad, termina siendo eso, un país a menor escala.

Me alcanzó la obligación y la “fortuna” de tener que asistir a dos asambleas de copropietarios al año (y eso si estoy de buenas y no hay asambleas extraordinarias) y es curioso ver la diferencia en que son administrados cada uno de estos inmuebles.

La primera, es una unidad residencial grande, de tres torres, en donde la más pequeña tiene 22 pisos y la más alta 26. Cada uno con cinco apartamentos por planta.

Es una unidad sobrepoblada por personas de la tercera edad, señoras chismosas y groseras, leguleyos y algunas personas sensatas que quieren realizar un aporte profesional a su lugar de residencia, pero que la increíble mafia del consejo administrativo no se lo permite.

Y es que no hay otra forma de llamar a los extraños movimientos que en esta asamblea se desarrollan. La sesión se lleva a cabo bajo una carpa, que bien podría ser una carpa circense y sería el lugar ideal. Al llegar allí, ya se siente un ambiente tenso, de rencilla y se empiezan a ver los bandos o partidos.

Al parecer, las mayorías apoyan a los buenos, a los de sangre joven (la última vez que utilizaron ese término, un amplio sector se sintió ofendido), a los que tienen nuevas ideas y están preocupados por el futuro de la unidad. Sin embargo, al momento de la votación, aparecen muchos más votos a favor de los de siempre. Curioso.

Ay, los votos. Hasta la forma sobre cómo se debe votar es una discusión. Y si al iniciar la reunión, pretenden cambiar el orden del día para que primero se elija el consejo y éste a su vez apruebe fácilmente los estados financieros, no hay nada qué hacer.

En los últimos años, Twitter se ha convertido para mí en una herramienta de catarsis para poder soportar este tipo de eventos. Y a través del HT #AsambleaCopropietarios, logré agrupar varios de los momentos más vergonzosos y las propuestas más “chocolocas” jamás escuchadas. Incluso otros twitteros que también deben asumir este acto de responsabilidad se unieron y compartieron la experiencia. Curiosamente, todos hablaron de situaciones similares.

¿Es que a quién se le ocurre proponer envenenar a las palomas de la unidad? ¿O pedirle a la Secretaría de Tránsito que cambie la ruta de los buses? ¿O que el edificio del frente lo pinten de otro color?

Lo más triste es que la historia se repite cada año y los avances en pro de la comunidad son pocos.

Del otro edificio hablo poco, es pequeño. Solo seis pisos habitados por personas muy educadas, dispuestas a colaborar con la administración y sin demostrar intereses personales.

Sin embargo, no falta el comentario fuera de lugar o la propuesta sin fundamento, pero son un poco más centrados y las diferencias se llevan ordenadamente.

Queda entonces la inquietud, en términos de convivencia ¿Es mejor una copropiedad pequeña?

marzo 22, 2012

Ética de los community manager

Hoy en Medellín, se realizó un evento que, a mi juicio, estaba en mora de hacerse y que generó más dudas que respuestas, lo cual me parece muy interesante.

El Foro “Ética en los community manager” organizado por la universidad Eafit, surgió gracias al polémico tweet de una marca de cerveza y la posterior discusión que generó en las redes sociales este suceso.

El evento inició tratando de identificar los tipos de perfiles que encontramos en Twitter, entre los que están quienes comparten gran parte de sus actividades diarias, quienes comparten información (y poco interactúan) y quienes se convierten en puntos de referencia por sus aportes.

Por momentos pensé que esto desviaría la temática, pues una cosa es un perfil personal y otra muy diferente el perfil de una marca y quien la maneja, que era por supuesto, el tema en cuestión. Pero esto sirvió para que con el desarrollo de la jornada, se empezara a hacer un acercamiento al asunto que allí nos reunió.

Luego, la discusión pasó al quehacer del CM, las estrategias planteadas, las necesidades de la empresa, etc. Y a la ética todavía le faltaba para aparecer.

Así se continuó la discusión, por momentos se abordó el concepto de ética, se citó a Adela Cortina y hasta se planteó la elaboración de un manual.

En lo personal, creo que el tema del manual va más allá, pues como lo expresé en mi intervención, crear un manual para community managers, que manejan marcas con personalidades tan variables, es como escribir un manual de comportamiento personal para entregarle a cada una de las mujeres con las que uno salga.

Considero que es más importante generar encuentros de discusión donde se aborden temas como la creación de fakes para apoyar una cuenta, la creación de estrategias con fines “sociales” para aumentar el número de usuarios en una comunidad o el pago a usuarios para hablar de una marca. Creería que esto es más importante a la hora de hablar de ética en una profesión, que hablar del papel de la misma para una organización.

Finalmente exalto el ejercicio hecho con este foro. La labor del community manager está injustamente satanizada por la mala gestión en la que han caído algunos y han empañado la buena labor que han hecho otros, que como es costumbre, difícilmente se ha reconocido, pues en las redes sociales se caza el error, pero poco se elogia el buen trabajo.

Ah y sobre la discusión de la relación entre el perfil personal y el de la marca que administre un CM, es importante recordar que todos tenemos derecho a una vida privada, incluso en una red pública.

marzo 19, 2012

Comepollo

Mucho he hablado en Twitter sobre los comepollo. O mejor, el movimiento comepollo. Y aunque son varias las personas que ya se sienten parte de esta selecta categoría del colombianismo, todavía hay quiénes se preguntan de qué se trata esta pintoresca clasificación.

Es por eso quiero dar una pequeña explicación sobre lo que significa ser un comepollo y hacer parte de este movimiento.

Un comepollo es el prototipo del típico colombiano. Es aquel que para cualquier evento siempre piensa en comer "pollito" (Aquí la palabra “pollito” se dice frotándose las palmas de las manos y saboreándose).

Por ejemplo:

“Es el día de la madre, ¿Qué le llevamos a la cucha?” – Pollito. *Se frota las manos y se saborea*

“Vamos, pa´ fútbol, ¿Qué comemos? – Pollito. *Se frota las manos y se saborea*

“Ey, llevemos pollito pa´l paseo”. Obvio, *Se frota las manos y se saborea*

“Para el shower, lo mejor es comprar tres pollos asados, eso lo gusta a todo el mundo y no sale caro”. Se frota las manos y se saborea*

Este tipo de personajes tiene varias características que, en adelante, seguro podrá identificar fácilmente cuando esté por ahí en la calle; además es innegable que todos tenemos un par de genes que nos dan esta preciada distinción tan característica del país del sagrado corazón… y del pollo.

Algunas de estas particularidades son:

El comepollo no escucha canciones, escucha “discos" o "temas".

El comepollo no se lava los dientes con cualquier crema dental, lo hace con Kolynos o Colgate. No existen otras marcas para él.

El comepollo siempre se las tira de vivo.

Para el caso de Medellín, puede leer cualquier periódico, pero siempre dice "El Colombiano".

Cuando va a playa, lo puede identificar por el tarrito colgado para guardar la plata y por las gruesas líneas de bloqueador solar que tiene debajo de los ojos.

Por supuesto, en la playa está “ruñendo” hueso, sentado en un tronquito y con una goterita de agua colgando en la punta de la nariz.

Si le tiene nombre al carro, es comepollo.

Seguramente tiene el cuarto con afiches pegados en todas las paredes.

Usa escapulario. Si es en el tobillo, mejor.

Usa camisa con botones que no cierra de la mitad del pecho hacia arriba.

Normalmente es bastante escandaloso y le gusta ser el centro de atención.

El comepollo no se baña los domingos.

Es capaz de entrar a cine con su respectivo pollo.

Un buen comepollo comparte su manjar con desconocidos en el estadio.

Sea en pasteles, sánduches, asado, apanado, sudado, como acompañante de cualquier plato principal, etc., el pollo siempre estará presente en su pirámide alimenticia.

En la sala del comepollo, siempre estará el televisor.

Algunas representantes del movimiento comepollo, tienen la habilidad para comer y maquillarse en el transporte público.

Y así hay miles de ejemplos. Eso sí, todos tenemos algo de comepollo, puede que en mayor o menor medida, pero todos llevamos un comepollo en nuestro corazón.

Si tiene alguna otra característica que identifica al comepollo, por favor no se abstenga de comentarla.

febrero 15, 2012

¿Cuántos “San Valentín” habrán ido al estadio?

Ayer, 14 de febrero, dos hechos fueron particularmente comentados en Twitter. El primero, por supuesto, el día de San Valentín; el segundo, el partido por Copa Libertadores entre Atlético Nacional y Universidad de Chile, o mejor, el postpartido.

Cronológicamente hay que hablar de San Valentín en primer lugar, claro, desde hace más de 20 días ya estaban mencionando el tema en aquella red.

La discusión, como siempre, polarizada en dos bandos: los que lo celebran y los que no celebran, con apariciones convenientes del tercer jugador que quiso celebrar, pero no tuvo con quién.

Digamos que yo estuve del lado de quienes no celebran una fecha que no pertenece a este país o región. ¿Por qué? El asunto va hacia el tema de la tradición o las costumbres.

Quienes lo celebraron argumentaron que era incoherente estar en contra de la fecha y al mismo tiempo ver series de televisión en canales como Warner, Sony o FOX. ¿Tiene esto alguna relación? En mi concepto, una cosa es celebrar una fecha por costumbre o la tradición que ello implica, como el día de San Patricio, el cual también estarán celebrando dentro de poco aquí, sin sentido alguno. Y otra cosa muy diferente, es consumir un producto que llega a nosotros a través de diferentes medios de comunicación.

Cada región del mundo tiene sus costumbres y tiene fechas especiales para celebrar por ello y eso no quiere decir que porque nos guste una película de Hollywood, debemos adoptar costumbres que en nada están relacionadas con nuestra idiosincrasia.

Como lo leí en un tweet “Un colombiano celebrando San Valentín, es como un nazi celebrando el carnaval de negros y blancos”. Pero es perfectamente normal que un colombiano vea una película sobre la Segunda Guerra Mundial.

No es que esté en contra de celebrar un día dedicado al amor, pero al parecer, aquellos enlatados de TV influenciaron tanto a muchos, que ahora quieren celebrar una costumbre que no es propia y olvidan que aquí, dicha fecha está destinada al mes de septiembre, así esté establecida por una institución económica, ya que aquí no existe esa tradición legendaria.

Un ejemplo claro es cómo en Argentina mantienen una tradición de celebrar el día de la madre en octubre, sin ceder al hecho de que en la mayoría de países sea celebrado en mayo. Razones válidas tendrán.

Llegará el día en que el 24 de diciembre pase a tener una simple comida y el 24 de noviembre comamos pavo y tiremos voladores. Por acción de gracias.

El otro tema del que quiero hablar, es también la devaluada costumbre de vivir un partido de fútbol, pues al parecer, ahora es más importante ir al estadio en masa, aunque lo consideren una moda, que gozar por el triunfo de su equipo favorito.

Luego del partido de anoche, se empezó a gestar una serie de comentarios por la asistencia al Atanasio. Sin embargo, fue una discusión ambigua.

En primer lugar, se criticó porque muchos quisieron ver un partido entre un equipo de la casa y uno internacional y por un campeonato más importante que el local. Expresaron que fue una moda y que no tiene sentido que al internacional vaya más gente que a un partido del campeonato ordinario. O mejor, que al juego local debe ir siempre la misma cantidad de gente, de lo contrario, eso es no acompañar al equipo siempre.

Obvio, si es un partido que no se ve todos los años, es normal que quiera ir más gente. Si es un encuentro por una copa, por la que no compite el equipo de sus afectos cada vez que se realiza, es lógico que más personas quieran asistir a verlo.

¿Moda? Es una apreciación ligera. Que no se tenga la costumbre de asistir a un juego entre dos equipos colombianos por múltiples razones (como la violencia, por ejemplo), no quiere decir que se quiere ver un juego con características diferentes por moda.

Pero resulta contradictorio que se piense que quienes tienen derecho a expresar su alegría por el triunfo del equipo paisa, sean sólo quienes fueron al estadio por aquella supuesta moda.

¿Entonces? ¿Ir o no ir para poder celebrar? Según esa posición, no puede disfrutar el triunfo si no le gusta ir a eventos masivos y prefiere ver el partido por televisión, tampoco puede celebrar si no tiene dinero para asistir al estadio. Estaría mal visto si no logró conseguir una boleta y no quiso darle gusto a los revendedores.

El gozo del fútbol, de comentar una jugada, de hablar de un gol, de hacer un pequeño chascarrillo mencionando al rival de patio, pasó a convertirse en una discusión de cuántos van al estadio. Ahora eso es más importante. Pero ojo, tiene que ir siempre, sin importar razón alguna para que pueda hablar con propiedad.

Y San Valentín, ¿habrá ido al estadio?