abril 03, 2012

El maravilloso circo de las asambleas de copropietarios

Terminó marzo y con él, la temporada de asambleas de accionistas y copropietarios.

Éste es un evento que al menos todos deberían vivir una vez en su vida. No por lo entretenido, sino por el ejercicio de conocer cómo se maneja un país chiquito. Porque una copropiedad, termina siendo eso, un país a menor escala.

Me alcanzó la obligación y la “fortuna” de tener que asistir a dos asambleas de copropietarios al año (y eso si estoy de buenas y no hay asambleas extraordinarias) y es curioso ver la diferencia en que son administrados cada uno de estos inmuebles.

La primera, es una unidad residencial grande, de tres torres, en donde la más pequeña tiene 22 pisos y la más alta 26. Cada uno con cinco apartamentos por planta.

Es una unidad sobrepoblada por personas de la tercera edad, señoras chismosas y groseras, leguleyos y algunas personas sensatas que quieren realizar un aporte profesional a su lugar de residencia, pero que la increíble mafia del consejo administrativo no se lo permite.

Y es que no hay otra forma de llamar a los extraños movimientos que en esta asamblea se desarrollan. La sesión se lleva a cabo bajo una carpa, que bien podría ser una carpa circense y sería el lugar ideal. Al llegar allí, ya se siente un ambiente tenso, de rencilla y se empiezan a ver los bandos o partidos.

Al parecer, las mayorías apoyan a los buenos, a los de sangre joven (la última vez que utilizaron ese término, un amplio sector se sintió ofendido), a los que tienen nuevas ideas y están preocupados por el futuro de la unidad. Sin embargo, al momento de la votación, aparecen muchos más votos a favor de los de siempre. Curioso.

Ay, los votos. Hasta la forma sobre cómo se debe votar es una discusión. Y si al iniciar la reunión, pretenden cambiar el orden del día para que primero se elija el consejo y éste a su vez apruebe fácilmente los estados financieros, no hay nada qué hacer.

En los últimos años, Twitter se ha convertido para mí en una herramienta de catarsis para poder soportar este tipo de eventos. Y a través del HT #AsambleaCopropietarios, logré agrupar varios de los momentos más vergonzosos y las propuestas más “chocolocas” jamás escuchadas. Incluso otros twitteros que también deben asumir este acto de responsabilidad se unieron y compartieron la experiencia. Curiosamente, todos hablaron de situaciones similares.

¿Es que a quién se le ocurre proponer envenenar a las palomas de la unidad? ¿O pedirle a la Secretaría de Tránsito que cambie la ruta de los buses? ¿O que el edificio del frente lo pinten de otro color?

Lo más triste es que la historia se repite cada año y los avances en pro de la comunidad son pocos.

Del otro edificio hablo poco, es pequeño. Solo seis pisos habitados por personas muy educadas, dispuestas a colaborar con la administración y sin demostrar intereses personales.

Sin embargo, no falta el comentario fuera de lugar o la propuesta sin fundamento, pero son un poco más centrados y las diferencias se llevan ordenadamente.

Queda entonces la inquietud, en términos de convivencia ¿Es mejor una copropiedad pequeña?

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