septiembre 01, 2014

Hasta volé sobre el Pacífico

Montañita hace honor hace su nombre, sobre todo en el diminutivo, pues es un pequeño pueblo, casi un caserío que se recorre de extremo a extremo en unos cuantos minutos. Pero tiene un atractivo y son sus olas para hacer surf, es particularmente por esta razón que allí llegan cantidad de extranjeros para practicar este deporte, profesionales como novatos buscan en este mar la oportunidad para pararse sobre una tabla y demostrar sus habilidades encima de ella. Por eso el pueblo ha ido creciendo y tiene como eje principal unas seis manzanas de comercio con restaurantes, bares, hostales y almacenes de ropa. Todo en un ambiente medio hippie pero de "muy buena onda".

El primer día en Montañita fue algo así como de exploración, tenía que buscar hostal y por eso me fui directo al que me habían recomendado: Oceana. Es un lugar discreto que queda sobre toda la vía de acceso principal, muy económico, tan solo 8 dólares la noche, aunque no incluye desayuno; pero es tranquilo, con baño privado y puro ambiente familiar. No es nada bonito, pero es decente.

Luego tenía que matar el hambre y fui a Hola Ola, gran lugar con excelente comida, presentación y tamaño de las porciones, y el precio muy ajustado a esto. Me gustó mucho ese restaurante, además manejan el concepto de fiesta en la piscina tipo Wild On.

Y finalmente el mar. Nunca había estado en el pacífico y dejé que las olas me revolcaran pidiéndole a Poseidón que me quitara toda la sal que llevaba conmigo. Disfruté ese momento como un niño chiquito, gozando con cada ola y esperando que la siguiente fuera cada vez más fuerte… hasta que un calambre en la pierna derecha me sacó.

En  la noche caminé por el lugar, todavía con dolor del calambre, me tomé un par de tragos y me puse a ver el ambiente de rumba de los hippies, algo más bien tranquilo; comí el famoso rastapan  que es como una especie de panzeroti gigante y a dormir, el cansancio no me dio para esperar la fiesta de la media noche.

Al día siguiente desayuno en lugar llamado Surfway cuya imagen era la fiel copia de Subway, me sorprendió el talento creativo tan colombiano, aunque el lugar era de unos venezolanos. Luego a la playa y nuevamente a disfrutar del mar, no hubo mayores novedades ese día, en la noche busqué los lugares de fiesta; hay para todos los gustos y bolsillos y mucho europeo por todo lado tratando de encontrar alguna chica que esté "buscando visa para un sueño”.

El último día estuvo muy bien aprovechado: primero el desayuno que en la medida de lo posible no podía ser café ni ese pan que de lo duro parece francés,  luego comprar el pasaje para Lima en un café internet o cyber, como lo llaman allá. El asunto es  sencillo: entrar al sito de Cruz del Sur que es la empresa que atraviesa todo Suramérica por tierra, crear la cuenta, seleccionar la silla, llenar lo datos, pagar 85 dólares y listo, imprima el baucher y llegue con tiempo a la terminal el día señalado.

Finalmente el momento de volar sobre el mar. El hostal tiene una pequeña agencia de deportes náuticos y por solo 20 dólares pude hacer parasailing: qué gran experiencia, algo totalmente recomendado que vale mucho la pena. Es que estar volando encima del mar con la vista del pacífico ecuatoriano es una sensación de libertad de esas como el sabor de Quatro: indescriptibe. El vuelo aunque no es muy largo es apto incluso para usarlo como momento de reflexión, por lo menos en mi caso eso fue lo que hice, además de sentir toda esa adrenalina de estar colgado de un paracaídas y amarrado a una lancha a 70 metros de altura, obvio. Por 5 dólares adicionales un argentino te presta una GoPro y te quema un CD con el vídeo del vuelo, ojo, el tipo arranca pidiendo 10 dólares.

Fin de Montañita, el día anterior por 6 verdes había comprado el regreso a Guayaquil con la empresa CLP. Al llegar de nuevo a esa ciudad de la que tanto me advirtieron que me cuidara, busqué los datos del hostal Nucapacha: 11 dólares en dormitorio compartido incluyendo desayuno. Es un lugar amplio, bonito y hasta con piscina, ubicado en un buen sector y a 4 dólares de la terminal. El servicio puede mejorar mucho pues tuve que poner yo mismo las sábanas de la cama y los baños podrían tener una mejor limpieza, por lo demás todo bien, la chica de la recepción con un humor un poco negro me cayó muy bien.

Guayaquil es una ciudad costera que me hubiera gustado recorrer más, pero solo estuve de paso y alcancé a ir al Parque de las Iguanas y la catedral que queda en frente. Ese parque se caracteriza por tener montones de estos animales por ahí arrastrándose y ya están tan familiarizados con la gente que cuando quise tomarme una foto pareció que la iguana posó y luego siguió su camino.

Vale la pena aclarar que esto es en el centro de la ciudad donde me advirtieron que tuviera cuidado con la cantidad de ladrones que hay por ahí, pero debo decir que no tuve riesgo de nada y que además me pareció un lugar ordenado y limpio, tal vez por ser domingo. Eso sí, la mayoría de los taxistas quieren sacar su tajada del turista, como ese que puso a marcar el taxímetro y no llegó a más de un dólar y me quiso cobrar tres, ja!

La terminal de buses de Guayaquil es bonita y ordenada, así como lo es la empresa Cruz del Sur en la que me fui hasta Lima en un viaje de 26 horas de carretera, que para ser sincero casi no se sienten pues el bus es muy cómodo, las carreteras son rectas, el paso de frontera no tiene inconveniente alguno y el servicio durante todo el recorrido es muy bueno, anotando que incluye alimentación por "los 3 golpes". Y así llegué a la capital del Perú.

No hay comentarios:

Publicar un comentario