Ya viviendo
la experiencia de ser un "extranjero" tomamos un taxi para ir al
cementerio de Tulcán, el primer pueblo ecuatoriano después de Rumichaca y mi
primer destino turístico internacional, yo ya sabía qué allá iba a encontrar una decoración
que parecía hecha por el Joven manos de tijera y nuevamente logré convencer a
Robert para que fuera conmigo.
Vista desde una torre del cementerio |
Realmente el
paisaje en el cementerio es de admirar: esculturas hechas de arbustos que le
dan vida a un lugar de muerte, un sitio que resulta muy interesante conocer
pues es un espacio que se convierte
prácticamente en un museo con obras de diferentes formas y tamaños.
Tumbas que no parecen tan tristes |
El taxi del
cementerio a la terminal de Tulcán costó 2 dólares, se suponía que era 1, pero
lo pagó el alemán.
Antes de
salir a Quito desayunamos en un restaurante a una cuadra de la terminal en el
restaurante San Luis, una comida sencilla y a un precio cómodo, esa fue también
mi primera experiencia gastronómica en el exterior, nada muy relevante.
El bus en el
que viajamos es de la empresa San Cristóbal, el pasaje costó 5 dólares y aunque
no fue tan cómodo como esperaba, fue suficiente; en Ecuador el precio de los
pasajes es de más o menos un dólar por hora de viaje.
Llevábamos
solo cinco minutos de recorrido cuando nos detuvo la policía antinarcóticos, nos
pidieron documentos de identificación y a mi compañero de viaje alemán le hicieron sacar
su mochila para "revisarla", de todo el bus fue al único que
le pidieron esto, pero solamente le echaron un ojo por encima y rápidamente nos
dejaron continuar.
Un par de
horas después nos volvieron a detener, esta vez quien tuvo que bajar a enseñar
su equipaje fui yo. La verdad me pareció una requisa un poco simbólica, similar
a la que hacen los vigilantes de la UdeA. No pasó nada raro y continuamos, pero
pensé que ese sería el estigma durante todo mi periplo.
Por fin
llegamos a Quito, una ciudad grande que nos recibió con lluvia y algo de
frío. En Ecuador cada empresa de buses tiene su propia terminal a parte de la central
a la que llegan todos. Así que nos quedamos en la terminal de la empresa San
Cristóbal, allí nos dijeron que la dirección que teníamos del hostal Colonial
House, daba por ahí cerca, a unas supuestas tres cuadras, así que decidimos
caminar, pero no fue tal, realmente no encontramos el lugar y tuvimos que tomar
un taxi hasta nuestro lugar de alojamiento.
En el hostal
nos recibieron muy bien, Robert decidió quedarse una noche allí y descansar un
poco mientras buscaba el lugar donde ya tenía una reserva. Yo decidí esperar a
Andrés y Sonja, un par de amigos que venían en moto desde Medellín y que casualmente
nuestras fechas de viaje concordaban en algunos puntos, por lo que acordamos encontrarnos
y acompañarnos en ciertos trayectos.
Más temprano salí con Robert a conocer la zona y buscar algo de comer, realmente
contamos con suerte pues un domingo en horas de la noche en el centro de una
ciudad desconocida no es fácil encontrar algo diferente a un problema.
Cambio de guardia |
En el "miti miti" recordamos aquella escena del Titanic |
En la tarde estuvimos en la mitad del mundo, es increíble lo que pasa cuando la fuerza de gravedad está más alejada del centro de la tierra. Vale la pena conocer el lugar y visitar el museo Intiñam, aunque yo lo bauticé como el museo “miti miti”.
El taxista
que contratamos para que nos llevara a todos esos lugares nos habló muy bien de
su país y su presidente, realmente se ve el progreso y el interés por gobernar
para todo un pueblo, mi percepción sobre Correa cambió un poco.
De regreso
nos quedamos nuevamente en la Plaza Grande para entrar y conocer el palacio
presidencial con una visita guiada en el lugar donde despacha el presidente de
turno. Bien interesante ver cómo el mandatario actual exhibe los regalos que ha
recibido su país en su nombre.
Esa noche
comimos en las Menestras del negro, un lugar que me habían recomendado y que
ahora yo recomiendo, allá me devolvieron 5 dólares en monedas, un pequeño karma eso de cargar los bolsillos y no la billetera.
Así planeamos la subida al Cotopaxi |
El Cotopaxi
es el volcán activo más viejo del Ecuador y un lugar maravilloso con unos
paisajes a su alrededor que parecen sacados de película y que ofrecen la
posibilidad de acercarse a la nieve, llamas y hasta caballos salvajes.
Ese día fui muy feliz, la experiencia de caminar varias horas en ascenso me llenó de emoción no solo por poder ver esta maravilla natural sino por toda la magia que encierra conocer algo tan sencillo pero tan bonito como es la nieve. Además la bajada en bicicleta fue una buena descarga de adrenalina que terminó de aumentar mi felicidad; quienes me conocen saben lo mucho que me alegra montar en bicicleta.
Ese día fui muy feliz, la experiencia de caminar varias horas en ascenso me llenó de emoción no solo por poder ver esta maravilla natural sino por toda la magia que encierra conocer algo tan sencillo pero tan bonito como es la nieve. Además la bajada en bicicleta fue una buena descarga de adrenalina que terminó de aumentar mi felicidad; quienes me conocen saben lo mucho que me alegra montar en bicicleta.
Minutos antes de empezar a subir |
Cuando
llegamos nuevamente a Quito nos quedamos un rato en el sector de Fosch buscando
algo para tomar y recargar energías después de semejante plan. Ese lugar me hizo sentir en la 82
de Bogotá, es bastante similar.
¡Llegamos! |
Nos recostamos un rato y salimos a buscar algo de comida. La encontramos en una esquina del barrio donde está el hostal, un lugar que también se parece a la Candelaria de Bogotá y que me reafirmo diciendo que en Medellín hace falta un sector similar. Encontramos diferentes tipos de productos grasosos, generosos en tamaño y de muy buen precio, me gustó. Al lado unas empanadas, de queso y horneadas, no me descrestaron mucho la verdad.
El miércoles Andrés
y Sonja salieron temprano hacia Montañita, yo salí con una londinense que
estaba sola en el hostal, no logramos entendernos muy bien pues mi inglés no
es el mejor y su español era muy flojo, pero la aplicación del traductor ayudó.
Fuimos a un
centro comercial y montamos en el Transmilenio quiteño. También aproveché para
comprar el tiquete a Guayaquil en transportes Ecuador, 10 dólares, o sea unas
diez horas de viaje. En la noche la londinense salió de rumba y no volví a saber de ella.
Ya en Guayaquil el bus no entró a la terminal principal, tuve que tomar un taxi que me iba a cobrar 2 dólares cuando había marcado 1, ya me habían advertido de lo vivos que suelen ser allá con este tema.
Allí desayuné y compré el pasaje a Montañita que indicaba la hora de salida para las 9:00 a.m., 6 dólares para un viaje de tres horas, un poco más costoso de lo normal, seguramente porque el bus parecía una excursión de "gringos", solo viajaban extranjeros, era el presagio de lo que me encontraría en mi destino.
Después de un viaje rápido y tranquilo a medio día estaba caminando por la borde de la carreta, con un el típico calor costero y buscando el hostal que me habían recomendando.
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