julio 28, 2014

Saliendo de Colombia

Mayo 2, 2014

Viernes. 

El bus con destino a Cali partía a las 9:45 p.m.  y como es usual en mí salí con el tiempo preciso a la terminal. Cuando llegué faltando solo 10 minutos recordé que también es usual que en Colombia los buses intermunicipales no salgan a tiempo, así que tuve unos cuantos minutos de gracia antes de partir.
 
Mientras esperaba la ansiedad me obligó a encender un cigarrillo, a mi lado solo había un pelado mucho más joven que yo que también había acabado de llegar y se quería montar al bus más rápido que yo.

Me preguntó si también iba para Cali y me pidió un cigarrillo, por supuesto se lo ofrecí, dicen que el vicio no se le niega a nadie. Además me preguntó si conocía la ciudad de destino, le dije que no mucho para no ser muy evidente (nunca había ido a Cali) y fue ahí donde me di cuenta que realmente no conocía ninguno de los lugares que estaría próximo a conocer y que me enfrentaría a ese tipo de preguntas e interrogantes muchas veces, en diferentes acentos y con los múltiples riesgos que mi respuesta podría traer. Me asusté. Me emocioné. Me cuestioné. Y me alegré.

Ya a bordo pude disfrutar de varios placeres: no me tocó nadie en la silla del lado lo cual significaba más comodidad, el bus contaba con WiFi, conexiones eléctricas y sistema multimedia con música y películas (una selección de material un poco cuestionable, pero ya era mucho cuento tener esos servicios en este tipo de transporte) y lo más importante: la posibilidad de pensar y no pensar, o pensar trivialidades.
 
Cali

El viaje transcurrió sin inconveniente alguno, una única parada de una media hora en Santa Rosa y continuamos. Prácticamente todo el recorrido estuve dormido, algo no muy normal en mí y un poco curioso teniendo en cuenta la ansiedad del viaje.

Al principio Cali me pareció una ciudad sencilla, sin mayores aspectos para resaltar pero de buen ambiente. Me llamó la atención ver muchos #TweetsUrbanos, pero la mayoría de ellos muy mamertos. 

El clima inicialmente estuvo fresco, pero solo temprano en la mañana, luego sentí ese calor insoportable del que muchos hablan en la “sultana del Valle”.

No fue mucho lo que pude conocer: caminé y utilicé el MÍO (Masivo Integrado de Occidente), estuve en el barrio San Antonio, algo similar a La Candelaria en Bogotá y que me hizo pensar que en Medellín hace falta un sector así, tal vez Prado Centro lo sea, pero le falta vida y seguridad. También conocí el famoso Parque de los Gatos y me tomé la foto obligada.

Parque de los Gatos, Cali, Valle

Caminé por la ribera del río Cali y conocí la famosa iglesia de la Ermita, me decepcionó su tamaño pues imaginaba que era una gran catedral cuando solo es una pequeña capilla.

Hice el plan típico, que no entiendo por qué es tan típico, de conocer un centro comercial: Chipichape, creo que lo que más me llamó la atención es ese tanque que hay en la entrada tipo WB.

Gastronómicamente Cali tiene mucho para ofrecer pero es difícil probarlo todo en un día, en esta ocasión me deleité con un aborrajao que es plátano dulce con queso y una lulada, preparada principalmente con... Lulo, obvio.

Ya en la noche volví a la terminal de buses para seguir mi camino, ahora con destino a Ipiales. Como recomendación diría que es mejor comprar el tiquete en el sitio web de Bolivariano, muy buena empresa. 

Como era de esperarse, el bus tampoco salió a la hora señalada, pero ya es algo que tendría que aprender a  tolerar. Me pareció curioso que en el bus del lado estaba el pelado que un día antes había hablado conmigo antes de iniciar el viaje, ese que tampoco conocía Cali. Seguramente volvía a Medellín, me hubiera gustado poder preguntarle cómo le fue en su primera vez en la "capital del cielo".

Poco a poco voy iniciando ese camino de reflexión, supongo que todavía es temprano para encontrar todas las respuestas que busco, pero espero ir acostumbrándome a la situación.

Salgo rumbo a Ipiales y ya empiezo a escuchar ese acento pastuso, me gusta eso.

Los viajes en la noche se supone que son más tranquilos, sin embargo es triste que en Colombia sea necesario conformar una caravana de buses (mínimo 10) para que pasen todos juntos y así minimizar el riesgo por orden público. Eso pasa en Toribio, Cauca y en mi caso iniciamos esa travesía a media noche. 

La forma de evitar pensar en eso fue ver una película para tratar de dormirme, pero fue ahí que me di cuenta lo sensible que estaba pues lloré con la historia de un tipo que logra irse a Londres a jugar fútbol (Gol). Realmente el viaje me estaba tocando fibras.

Finalmente ya cuando había logrado empezar a dormir, llegamos a Pasto y con el anuncio del conductor me desperté. De ahí a Ipiales, unas dos horas aproximadamente.

Cuando llegamos a Ipiales un "gringo", que resultó siendo alemán, me preguntó algo y nos quedamos hablando un momento. Tal vez por ese intento de conocer gente y no dejar el viaje a la suerte de la soledad lo invité a continuar conmigo, por los menos hasta el Santuario de las Lajas. Después de meditarlo un rato, el alemán aceptó, supongo que también estaba dispuesto a dejarse llevar por lo que el viaje le ofreciera.
 
El Santuario de las Lajas me pareció un lugar muy bonito cuya arquitectura obviamente llama la atención, pero también me decepcionó el tamaño de la iglesia, pensé que era mucho más grande.  El tamaño de las iglesias no estaba coincidiendo con el tamaño de la fe ciega de algunos católicos. Allá también tuve la foto obligada.
Santuario de las Lajas, Ipiales, Nariño










4 de mayo de 2014, el día que salí del país

Domingo

De las Lajas a la frontera es fácil llegar y no cuesta más de 4.000 pesos, pero en mi caso particular la ansiedad hizo que el trayecto se hiciera un poco más largo de lo que realmente es, a pesar de ser unos 10 minutos como mucho.
 
Finalmente llegamos a la frontera y sentí el corazón un poco acelerado, era mi primer salida del país y aunque todos sueñan con viaje a un destino más lejano, para mí fue un primer gran paso. Yo estaba ansioso y con ganas de sellar rápido mi pasaporte. A Robert, el alemán, se le veía tranquilo, la experiencia ya hace parte de él cuando de cruzar fronteras se trata.


Finalmente llegó el momento, primero reportar la salida en Colombia y luego ir a reportar la entrada en Ecuador. Ahí fue cuando sentí esa sensación de libertad. No me importó que mi primer sello fuera en el país vecino, sabía que incluso podía usar la tarjeta andina y evitar gastar hojas del pasaporte, pero cuando uno a cierta edad todavía no ha salido del país, esto se convierte en un gran premio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario